Carta a profesionales de la salud
Estimados/as colegas,
La fibromialgia ha sido parte de la experiencia humana desde tiempos antiguos, aunque bajo diversas denominaciones: fibrositis (Gowers, 1904), neurastenia en los años cincuenta, e incluso descrita como una “enfermedad del sueño” debido a los trastornos del descanso profundo (Moldofsky et al., 1975), hasta ser oficialmente nombrada como fibromialgia por los criterios de la Asociación Americana de Reumatología en 1990.
Pero no se engañen: no es un daño neurológico permanente ni una lesión neuroplástica erosiva. El mecanismo que falla en esta condición —conocida hoy como dolor nociplástico— no surge de una herida anatómica perceptible, sino de una alteración en la modulación central del dolor, un sistema donde los frenos inhibitorios fallan y las señales de dolor se amplifican sin justificación física real Este mecanismo central no es una condena al sufrimiento ni una falla en la neuroplasticidad irrevocable: es una oportunidad ética de restaurar la función vital de quienes la padecen.
En este sentido, nos incumbe como profesionales de la salud abrir caminos hacia la recuperación integral —no solo medicar—. Está científicamente probado que la fibromialgia responde mejor a un enfoque combinando psicoterapia, nutrición y ejercicio adaptado (Macfarlane et al., Lancet, 2017; Häuser et al., Nat Rev Rheumatol, 2021). Podemos enseñarles a moverse, sentir y reconectar con su cuerpo vitalmente.
Porque el dolor que duele sin huellas no es fingido ni simulacion. El hecho de que lo humano nos confronte nos confunde. Pero esa incomodidad no justifica esconder ese dolor bajo etiquetas ni fármacos. El cuerpo grita, y nosotros, desde nuestra experiencia y ética, podemos responder con más que pastillas.
Wilhelm Reich, pionero, nos enseñó que la salud psíquica depende de lo corporal: de la potencia orgástica, esa capacidad de descarga emocional completa, libre de bloqueos defensivos Su trabajo con el análisis del carácter reveló que muchos síntomas brotan de una “armadura caractero-muscular” que protege del dolor pero impide la fluidez de la vida. Reich propuso que la cura no está en diseccionar síntomas, sino en disolver esas corazas, reestableciendo el flujo natural de energía, pulsión y afecto
Esta idea no es mera teoría: es una propuesta radicalmente humana. La medicina moderna, muchas veces, descarta lo ancestral, lo chamánico, lo que conecta cuerpo, espíritu y emoción. Pero esas tradiciones sabían que el dolor corporal arrastra historias emocionales y necesita un abordaje que integre mente, parte somática y espíritu. Reich lo comprobó bajo hipótesis clínicas; hoy lo confirman neurociencia y enfoques integrativos.
Por todo esto, los invito con urgencia —con provocación— a derivar a personas con fibromialgia hacia profesionales competentes desde una perspectiva integradora: alguien que escuche sin juzgar, que no avale la medicación indiscriminada, que sepa preguntar, sostener tramas emocionales densas encarnadas en el cuerpo, y que acompañe hacia la restauración de la función vital humana.
La fibromialgia nos interpela, no por lo que juntamos en estudios o tratamientos, sino por lo que aún no estamos dispuestos a ver: que lo complejo es lo humano. Y eso, notoriamente, cuesta más que cualquier síntoma.
Con esperanza y fuerza, el amor la obra y el saber son las fuentes de la vida, Tambien deberian gobernarla